Para un colectivo cada vez más numeroso el trabajo no es el problema, lo es el desempleo y sus consecuencias.

No hablamos de mendicidad, ni de caridad, ni de ayuda humanitaria, sino de la capacidad humana de proporcionarse un ingreso. No alcanzar un nivel adquisitivo suficiente para cubrir las necesidades humanas básicas con dignidad (comida, techo, conocimiento, sanidad, relaciones sociales, futuro…) destroza la autoestima de cualquiera.

La crisis climática en la que se halla inmersa la humanidad no nos afecta por igual y crea diferentes niveles de conciencia que producen diferentes movimientos. Un ejemplo de esto es la dolorosa realidad de muchas personas a verse forzadas a emigrar después de comprobar, tras largos periodos de sequía, que la tierra de la que vives, la que ha cultivado tu familia generaciones atrás, ya no va a darte ni comida ni sustento.

Las consecuencias de la perniciosa trama en la que se halla el sistema agroalimentario son preocupantes. El impacto ambiental y social de la producción, transporte, distribución, consumo y gestión de residuos… son muy graves. Acercar el sistema de producción de alimento a nuestro territorio y hacerlo usando recursos con menos impacto a nivel humano y planetario es el principio de la solución.

Sin embargo, cuando una persona se halla en una encrucijada con tres patas tan complejas  como éstas y consigue armar una propuesta que las combata, el reconocimiento público como el que Usman se ha llevado este verano es una cuestión de dignidad. Este reconocimiento se ha materializado a través del apoyo económico que ha recibido para conseguir comprar de nuevo los materiales y herramientas necesarias tras el incendio de su huerto donde produce verduras de forma ecológica para grupos de consumo en la ciudad.

Pero no es suficiente, Usman, cómo muchas otras personas, se merece más. Se merece una cobertura más profunda, un apoyo estructural, que consolide su iniciativa que ahora está sujeta con alfileres. Se merece acceder a la formación que necesita para poder armar una propuesta económica digna y sólida, se merece poder acceder a una inversión que le proporcione la infraestructura que no le haga depender de la caridad, de las ayudas puntuales, que ¡menos mal que están, si! Pero que no se trata de eso. Usman quiere estar orgulloso, digno de su trabajo, y además ser resiliente a los combates que la vida le está por traer.

Para eso es necesaria una política de economía social y solidaria que no solo cree alternativas económicas sino que consolide líneas de apoyo estables que permitan perdurar en el tiempo y apoyar en las diferentes etapas del camino del emprendimiento social.

Si quieres conocere más del proyecto de Usman, pincha aquí.

El Huerto de Usman from Raquel Diniz on Vimeo.

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